Del cráter de un volcán a las profundidades del Océano Índico, del humo de la gran ciudad al aire impoluto de diminutas islas, de trayectos tediosos en furgoneta a vuelos instantáneos en Boeing 707, de arroz con pollo a pescado con ensalada, de amaneceres cacareadores a atardeceres sobrecogedoramente pacíficos, de diminutos crustáceos a gigantescas mantas... Siete islas en tres semanas.
Tras dos días de visita en Jakarta pensé que no es uno de los sitios donde podría vivir. A no ser que se goce tragando humo de camión que lleva siglos sin pasar una ITV, o que se disfrute deambulando por calles sin aceras, o que sea deleitoso dormir usando tapones, lo normal es que la ciudad sea detestada ipso facto y se intente huir con el rabo entre las piernas en busca de sitios donde encontrar algo de humanidad razonable. Quizá estos sitios estén escondidos en la misma ciudad, quizá se camuflen entre los 25 millones de personas sin censar que intentan moverse continuamente para no ser arrolladas por el vendaval de contaminación; es un lugar tan desmesurado que uno tiene la sensación de haber doblado una esquina, de haber entrado en un portal, de haber pisado una baldosa. Es imposible tener una opinión certera de la ciudad en tan poco tiempo, lo sé, pero puedo asegurar que en el poco tiempo que estuve lo único que me produjo cierta satisfacción fue que por fin conseguimos nuestro visado para la India.
Por suerte desgraciada nos tocó tener que pasar una semana en Jakarta y sus alrededores; la tramitación del visado tardaba cindo días laborables, así que con nuestra inseparable mochila y nuestros socorridos autobuses locales visitamos una ciudad de interior, Bandung, y dos ciudades costeras, Cimaja y Carita.
Bandung tiene como atracción destacada la visita a un volcán activo de doble boca. Su relajada caminata alrededor del cráter termina llevándote a un pequeño tramo de jungla con vistas preciosas al volcán y con algún que otro mono saltando de rama en rama. Cimaja es paraíso surfero: largas olas, playas de rocas, viento... para nosotros no fue tan interesante como las playas que estaban por venir. Carita nos alegró levemente la cara, tiene tránquilas aguas critalinas para bucear a una hora del centro del pueblo. Puedes ir en furgoneta, autobús y moto, o lo puedes hacer a dedo compartiendo entrecortadas conversaciones con algún que otro camionero o rodeado de bombonas de gas butano en la parte trasera de una furgoneta camicace. Nosotros fuimos utilizando la primera opción y elegimos la segunda para regresar a nuestro hostal.
Tras esta vuelta por Java, y ya con una pegatina más en nuestro pasaporte, dormimos una noche en el aeropuerto de vuelos nacionales de Jakarta y nos montamos en un avión mañanero. Una hora después estábamos en Bali, veinticuatro horas después estábamos en las Gili Islands, tres pequeñas islas al norte de Lombok, y 48 horas después estábamos siendo balanceados por fuertes corrientes marinas a unos 30 metros de profundidad rodeados de tiburones, tortugas e inumerables tipos de peces tropicales y crustáceos.
Luego iríamos a Nusa Lembongan y Nusa Penida, las islas que nos han dejado tontos para siempre. Íbamos con la idea de hacer submarinismo entre gigantescas mantas y enormes peces luna oceánicos (mola mola). Las islas están al sur de Bali y se tarda una hora y media en llegar en barco lento. Tienen como mayor reclamo el buceo; son hogar de especies marinas de gran tamaño. Algo parecido a lo que nos habían vendido en las islas de Tailandia, donde supuestamente tendríamos muchas opciones de ver el tiburón ballena y donde nos comimos un mojón. Aquí sin embargo nuestros sueños se hicieron realidad: en la primera inmersión vimos más de diez mantas, algunas de un tamaño espectacular. No me creo capaz de expresar con palabras lo que se siente al tener a este pez-pájaro de tres metros de envergadura a menos de dos metros de ti, al verlo planear en el agua con su monstruosa boca abierta y al ver su interior cartilaginoso con mayor nitidez que en los documentales HQ de la BBC, al ver que se acerca, al ver sus negras alas rozando la arena y su blanco lomo eclipsar el sol tras la superficie, al ver que te mira, al ver que sabe que estás ahí y que se gusta mostrándose en todo su esplendor... me emociono al pensarlo y de no ser porque cada inmersión nos cuesta un día de viaje, bajaría con ellas cada día.
Al día siguiente llegaría el turno del pez luna oceánico, otra criatura que puede alcanzar los tres metros y que puede llegar a pesar unas tres toneladas. Sería al segundo intento cuando hallamos uno, dejándose limpiar sosegadamente por gran cantidad de peces tropicales, a unos 8 metros de profundidad. Circular, de unos dos metros y medio de altura, con dos aletas, una inferior y una posterior, parecidas a las de los tiburones que habíamos visto días antes, con unos ojos del tamaño de una bandeja de cafetería y una boca veinte veces más grande que la de Mick Jagger, se movía lenta y plácidamente en las frías aguas del Océano Índico. Con forma de sol, o de luna -de ahí su nombre-, estrecho como una moneda, moteado en su parte inferior. Sublime, extraordinario, único... Fueron diez minutos mágicos observando tan tremenda criatura, el cielo se dio la vuelta, se metió en el mar y la luna se colocó al alcance de nuestras manos, la podíamos rozar, escuchar, podíamos ver sus cráteres, podríamos haberla agarrado, pero se habría ido para siempre, dejando a los otros buceadores ciegos en medio de la noche, tal y como nos había pasado a nosotros en el primer y fallido intento. Ya en la superficie regresó la realidad, éramos conscientes de que el sol brillaba en lo alto, pero sabíamos que la luna lo hacía en las profundidades de las claras aguas de la isla de Nusa Penida.
No somos de los que nos podamos permitir tener una cámara acuática. Las fotos de los animales acuáticos que hemos visto no han sido tomadas por nosotros, ni aparecemos en ellas.
Un saludo a todos... os queremos.
***
PD: Hubo un momento en el que las autoridades de la Embajada de India en Kuala Lumpur nos lo pusieron imposible para tramitarnos el visado, en ese momento decidimos llamar a la Embajada de India en Madrid para pedir consejo. Por desgracia lo único que escuchamos fue la desagradable voz del Sr. Piller, que asquerosa y maleducadamente nos mandó a freir espárragos sin importarle que estuviéramos llamando desde Malasia o que ya hubiéramos comprado un billete que fácilmente podríamos habernos comido con patatas.
Me gustaría remitirle esta carta,
A su celsitud Sr Piller,
ceajo zoilo cicatero, zolocho cebú cebado de cecina cibelea, con cerebro cebollino y ceción cechera, le cisco, zonzorrión celerado, cibos cedizos para cebarle su céfalo cerdo cefeador de cerúmen, y le cercioro que el viajero ceñido no vira ante viadas ni vicisitudes ciclotímicas, ni ante vicecónsules viles ni villanchones con viarazas vilipendiadoras y zafaduría virulenta como usted.
Mr Piller, consejero de la embajada de la India en Madrid, cómase una mierda, zompo villano cefalálgico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario