miércoles, 29 de junio de 2011

Pegados a la playa

Llevamos seis días de relajación absoluta en Sihanoukville, un acogedor pueblo de playas de arena blanca al sur de Camboya. Llegamos aquí desde Phnom Penh, capital de país, tras unas cinco horas de autobús. Huímos rápidamente de su incesante e incómodo ajetreo. Sólo estuvimos dos noches. Caminar por sus calles era una tortura continua. Los coches aparcan sobre las aceras, por lo que tienes que caminar por plena calle lidiando con motos, tuk tuks, carritos de comida y variopintos comercios. Para cruzar, debes andar con mil ojos, pero manteniendo el ritmo y la dirección, sin parar de caminar. Todos van y vienen sin control alguno, pero despacísimo. Como nadie conduce a gran velocidad, la mayoría de los movimientos se pueden prever fácilmente. Las señales de prohíbido se las pasan por el forro. La circulación en dirección contraria es normal, nadie se preocupa, ni siquiera los policías. Los desgastados pasos de cebra están de adorno, los pocos semáforos que hay, o bien están apagados, o bien se los saltan sin ponerse colorados. Aun así, dentro del caos, se encuentra una especie de desorden ordenado que hace que todo el mundo siga su camino sin frenazos ni mosqueos.

Los primeros momentos en la capital fueron acojonantes -no divertidos, aquí acojonantes quiere decir que me cagué del susto-. Llegamos atardeciendo, nos enganchó un tuk-tuk y tiramos para la pensión. Cuando la recepcionista me pidió el pasaporte, me acordé repentinamente de que no lo tenía conmigo. De repente me percaté: lo había dejado como depósito para el alquiler de la moto en Battambang y se me olvidó pedirlo cuando la devolvimos. Así que me acojoné. Mi pasaporte estaba a cientos de kilómetros. Emití un par de interjecciones y pensé que me iba a tocar volver a buscarlo, que lo iba a perder, que ¡me cago en todo porque en Camboya no hay embajada española para pedir otro!, que seguro que con el desorden y el caos que impera me lo pierden, que tal y tal... La recepcionista hablaba buen inglés -menos mal-, me entendió sin problemas, llamó al hotelillo de Battambang y acordamos que me lo enviarían al día siguiente en un autobús. Llegaría a las dos.

Cuando salimos de la pensión a la mañana siguiente, nos recibió un calorazo pegajoso, con polvo y olor a humo. La misma actividad, el mismo ajetreo, el pitar continuo de los coches. Metidos en tal movida conseguimos desayunar, visitar un par de mercados, tostarnos por las calles y llegar puntuales al esperado reencuentro con mi pasaporte.

Varios minutos de falta de comunicación sucedieron.

- Susrei (Hello), Ey, has the bus from Battambang arrived? -le pregunto.
- You want ticket Battambang? 
- No, no. I don't want ticket to Battambang, I want to know if the bus coming from Battambang, arriving at two, has arrived? 
- Je je je -. La tía se empieza a descojonar y se pone a buscar al compañero que habla inglés. 

Mientras tanto, un amable señor me dice con seguridad:

- Hello, what you need?
- Ey look, I am waiting for my passport. It is coming from Battambang. The recepcionist in my guest house told me that it will be here at two. I left it in Battambang... ok? And it's been sent here to Phnom Penh. Can you ask them if the bus has arrived, please? -todo esto con mímica incluida. 
- Ahhhh, ok ok no problem... talk to that man in there.

Fenómeno. Me adentro algo más en el bullicioso local que hace las bases de parada de autobuses, echo un ojo alrededor y veo todo lleno de cajas grandes y de bolsones a reventar.

- Ey, I am waiting for my passport, it's coming at two from Battambang.
- Je je je -. Otro que se empieza a deshuevar y avisa a otro currela que sí hablaba inglés.  

Llega otro chaval, le vuelvo a contar la película, mira el reloj y dice.

- Oh, sir, you can wait here, ok? You have telephone number? 
- Yes, this is the number.

Le enseñé el papelito de la pensión, me lo cogió y comprobó si el número coincidía con los de su lista de envíos.

- Not here yet. You come later. The bus is not arrive at two. Arrive four. You come four oclock here –me comenta el delgadillo y encamisado camboyano.
- Ok, at four I will be here... The bus arrives at four, right? From Battambang? My passport here no problem?
- Yes, yes, no problem... come at four.

Saliendo de la improvisada oficinilla, vuelvo a ver el tamaño de la mayoría de las cosas que se enviaban, todo era gigante... y mi pasaporte tan pequeño.

Eran las dos y cuarto. ¿Qué hacemos?

Aprovechamos esas dos horillas para visitar el S-21, el más grande y atroz de los centros de tortura y asesinato del Khmer Rojo. Es un colegio que los militares utilizaron como prisión, matadero y punto intermedio entre la vida y la muerte. Entre 1975 y 1979 se cargaron allí a 20.000 personas en las aulas o en el patio de la escuela. Otras eran enviadas a los campos o las cuevas de la muerte para ser asesinadas vilmente. Se puede ver tal y como lo dejaron. Hay muchas fotos de los prisioneros, muchos datos bibliográficos de los tiranos y declaraciones de algunos supervivientes. Las aulas todavía mantienen las camas oxidadas con los grilletes sobre los carcomidos somiéres. Sobre las paredes, en algunas clases, hay una foto escalofriante de alguna persona que murió en esa misma habitación y en esa misma cama. En una de las clases se pueden ver cráneos con agujeros de tiros. Se palpa la malicia, el miedo y el sufrimiento. En el patio del colegio están las tumbas de los últimos 14 asesinados. Los vietnamitas consiguieron echar a los militares a principios del 79. Huyeron hacia Tailandia y sobrevivieron como guerrilleros. Ahora los están juzgando en Phnom Penh.

Nos tiramos allí dentro una hora y media. Salimos con un mal cuerpo de mil demonios.

A las cuatro estábamos de vuelta en el localillo de la compañía de autobuses. No había tanto movimiento como a las dos.

- Ohhh hello sir... -me dice el mismo palillo de antes-. Bus from Battambang has problem... no here till six or seven.
- What problem?... Serious? Six or seven? 
- Bus from Battambang has problem . You come at six or seven ok?

Pues ok... qué le iba decir. La negatividad me comía. No sé que porqué presentía que el pasaporte no llegaría a mis manos. Desaparecería en el camino -si es que estaba de camino-, se perdería entre tanta caja gigante, habría sido enviado a otra ciudad...

Otras dos horas de espera. A comer. De nuevo la locura, el trajín, el 'cuidado con la moto', el 'tuk-tuk, sir?'. Compramos unos rollitos callejeros, unas cocacolas, algo más de fritanga y unas pastitas. Sobre las seis estábamos como un clavo de nuevo en el local. Esperamos un ratito y llegó el autobús. Esperamos otro ratillo y llegó el chavalito con el pasaporte en la mano. “¡Vamosss!” Nos fuimos para el hostal y nos comimos un bocadillo rico rico de merienda.

24 horas después ya estábamos en la playa. Seis días más tarde seguimos en la playa. Hemos tenido un tiempo estupendo; ni lluvias, ni tormentas... sol abrasivo Nos pegamos el primer día de reconocimiento, el segundo a base de marisco, de birra fresquita y de chapuzones con olas. El tercero alquilamos unas bicis y nos pegamos un baño en cada una de las cinco playas que hay en la zona. En la que más nos gustó nos echamos la siesta; nos tumbamos por la patilla en las tumbonas de un hotelazo y nos quedamos tiesos bajo la sombra de los pinos. El cuarto día era el cumpleaños de Isi, y para celebralo nos pegamos el día visitando las islas de los alrededores, viendo pececitos con las gafas y el tubo, comiendo pescaito, bebiendo birra y chupitos de tequila, pillándonos una buena cogorza con otros tres gandules que conocimos el día anterior. Hubo incluso baile femenino sobre la barra del garito, despelo[ piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii ].

Ayer resaca y noodles.

Mañana nos vamos a Kep, a 50 km al oeste de Vietnam. El día 2 de julio cruzamos la frontera. 

PD: Ya cargaremos fotos de estos días cuando encontremos una conexión sin reuma Hablando de fotos, Isabel ha sido la ganadora del CONCURSO FOTOGRÁFICO con su Bon Apettite...  muchas felicidades  para ella y muchas gracias a todos por participar... habrá más.  

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