Me gustaría compartir mi indignación con el mundo actual con todos los que alguna vez me han leído, me leen o me leerán.
Han pasado más de siete meses desde que abandonara mi casa de Málaga. He paseado por Tailandia, comprobando como se aprovecha cualquier espacio libre para escupirlo con un retrato gigante de la familia real tailandesa, ya sea con el rey haciendo una foto con su moderna Canon o con la reina posando cargada de joyería. He transitado por las calles de Birmania, comprobando como la gente te agradece la visita, como te piden que vuelvas, como se desviven en hacer de tu estancia algo maravilloso, pero también como te muestran su miedo sin palabras por miedo a desaparecer del mapa para siempre, por miedo a acabar rodeados de gente desconocida en una de las muchas cárceles secretas del país, por miedo a ser ejecutados sin razón alguna. He vivido en Camboya, comprobando como los más ricos utilizan a los más pobres para seguir afianzando su riqueza, como los orfanatos aumentan a pesar de que la ayuda de las ONG, la colaboración internacional y las aportaciones puntuales de turistas también aumentan, he comprobado como se utiliza a los niños a diario como títeres de circo para conseguir sucio dinero que no se utilizará para darles un futuro digno sino para pagar la hipoteca de un Lexus todoterreno de quienes lo recaudan. He conocido vietnamitas que aseguran que en su turbulento país sólo hay un camino, y que si osas salirte de él, desapareces, nadie sabrá más de ti. En Vietnam todo está bien, no se puede decir lo contrario, el partido comunista tiene ojos y oídos en cada esquina, en cada portal, en cada ventana, más vale que mantengas la boca cerrada y los brazos quietos si no quieres que la muerte llegue con demasiada antelación. He atravesado Laos de norte a sur comprobando como a pesar de que su nombre oficial es República Democrática de la Gente de Laos sólo los cargos militares del único partido legal del país deciden los destinos de los tranquilos y pacíficos laosianos. Las palabras “República Democrática” son sólo un adorno para que muchos de los poderosos que leen los titulares de los periódicos sin prestar demasiada atención piensen que la democracia reina en el mundo y que con ella todos estamos más seguros. Son decenas de militares laosianos los que hacen las leyes a su antojo y beneficio, los que ordenan y mandan, los que intimidan y sancionan a millones de campesinos, vendedoras, doctores, enfermeras, maestros... La gente vive su vida sin poder de decisión, sin poder de actuación, esperando que un grupo de militares les diga por dónde deben continuar, como si de perros o de bebés se trataran. He explorado Malasia comprobando como las grandes multinacionales han cambiado las señas de identidad de su gente, comprobando como el petróleo oculta una identidad perdida, comprobando como la placa de miembro VIP del Drive Through de McDonalds es el mejor de los honores que los coches del país pueden tener, comprobando como tras la opulencia sigue habiendo arroz con cacahuetes, plátanos pasados y zapatos sin suela. He errado por Indonesia comprobando como en un país de 240 millones de personas y 2 millones cuadrados de extensión sólo los destinos turísticos se libran del ardor de la pobreza, por estos lares privilegiados donde viven ricos, jubilados extranjeros y donde gastan viajeros de tarjeta dorada se acepta con naturalidad que en Sumatra la gente mendigue, sufra para conseguir comida y padezca para superar una catástrofe tras otra.
Paremos de vivir una vida que no queremos, paremos los pies a los pocos que deciden el rumbo de nuestra existencia.
¡A moverse, luchemos!
3 comentarios:
Impresionante Rubio, que corazón más grande tienes, un orgullo ser tu amigo!!
Besos para los dos!
Zurdito
Gracias por este pedazo de trozo de realidad y por tu apoyo en la distancia. Luchemos, nosotros que podemos! ;)
Besos a los dos!
Malaguitas del mundo, os quiero!!!
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